miércoles, 15 de julio de 2009

Vacaciones Santillana

Es alentador comprobar, para un docente, el altísimo grado de implicación que la sociedad y el Estado españoles están demostrando en las últimas semanas en materia de educación. Qué orgullo al abrir los periódicos y encontrar todo el debate reducido a la lucha Religión/Educación para la Ciudanía, o lo que es lo mismo, como siempre en estas tierras, Partido Popular/Partido Socialista (o estás con nosotros o estás contra nosotros), o encontrarlo también centrado en el largo periodo vacacional de los profesores y los alumnos. Sí señor. Cuestiones de primer orden. Eso es lanzarse a la piscina, nunca mejor dicho, y empaparse hasta las cejas.

Qué rabia me daba de pequeño ir al colegio. No era yo como estos niños postmodernos de hoy en día que se aburren en sus casas y están locos por ver a sus amiguitos en el recreo. No. Yo, en caso de verlos, prefería hacerlo en el parque, en el Club o en la playa. Al aire libre, en grandes espacios, corriendo, saltando y sin muros ni verjas ni señores mayores que te contaban lo mismo que podías leer en esos libros, salvo contadas excepciones que lograban captar tu atención y llevarte de aquí para allá en un viaje fascinante. Cuando llegaba el mes de junio, ya tenía esa cosilla en mi estómago cada vez que veía el cielo azul o sentía esa luz melillense tostadita en el cogote al pasear por la Avenida. Olía a verano, a paz, a felicidad. En los escaparates, esos cuadernillos espantosos de Santillana para repasar y divertirse (por Dios) en julio y agosto. A mis hermanas y a mí no nos hacían falta, que ya estaban nuestro padres poniéndonos todos los días cuentas y copias, para que no se nos secara, a pesar de los chapuzones, la mollera.

El pasado día cinco de febrero el diario El País publicaba un artículo titulado Demasiadas vacaciones en donde se criticaba no sólo las de los profesores, sino también el poco número de días lectivos de los estudiantes. Algunos proponían ahí alargar el final del curso, otros adelantar su comienzo y, como telón de fondo, el problema que tienen los padres actualmente para conciliar su vida laboral con la familia, al parecer responsabilidad de los centros y no de sus empresas, esto es, qué diantres hago con la niña-molestia cuando le den las vacaciones. ¿A dónde la mando? Y leía estas argumentaciones mientras hacía la cola en el Ayuntamiento para recoger un certificado. De cuatro mostradores, sólo funcionaba uno. Hay que ver lo que tardan en servir los desayunos en las cafeterías.

Las vacaciones de nuestros jóvenes son distintas a la de los chicos y chicas de otros países, algo evidente porque aquí no se puede tener a treinta estudiantes metidos en un aula sin cortinas y sin aire acondicionado a finales de junio. El calor es insoportable.





Comparar esta situación con la finlandesa o la sueca es poco provechoso. Pero es que a principios de septiembre la temperatura, al menos en el sur de España, es igual, agobiante. Los que piden adelantar el comienzo al día uno del mismo mes olvidan también que en esas fechas están los exámenes de recuperación y que las plantillas de profesionales están incompletas. Lo que escuece de todo este asunto es que el debate haya saltado nuevamente a los medios por motivos que nada tienen que ver con la enseñanza.

Las familias quieren tener los centros más tiempo abierto para tener allí aparcaditos y cuidaditos a sus criaturas (que, curiosamente, son suyas. Algunos lo olvidan). Y digo aparcados porque da igual que aprendan más o menos (casi nadie trae la tarea hecha), que no haya ordenadores, que haya saturación, que las ratios sean elevadísimas, que falten recursos de todo tipo. Lo que importa, lamentablemente, es que estén allí vigilados porque así no estarán fuera, solos, de ahí la propuesta de varias CCAA de tener los colegios e institutos abiertos por las tardes, o casi de madrugada. La docencia tiene una función fundamental y valiosísima, si se deja ejercerla: la de enseñar. Todo lo que se salga de ese marco no es tarea de los docentes.

Tal y como se están poniendo las cosas, un alumno puede llegar a su colegio a las siete de la mañana, en régimen de acogida temprana, recibir sus seis horas de clase, comer a las dos y media y realizar las actividades extraescolares hasta las seis de la tarde, supuestamente controlados por personal distinto al de los profesores, nos dicen los expertos.







Esto huele a podrido. Todos estos pedagogos, presidentes de no sé qué, coordinadores de no sé cuánto que, o están liberados o no han dado clase en su vida, ¿no tienen nada que decir sobre el hecho de tener a un chico encerrado diariamente casi doce horas en un centro? La solución a los problemas sociales no la tiene en exclusividad la escuela.




¿El Estado no va a hacer nada para que los empresarios flexibilicen los horarios y turnos de sus trabajadores, para que puedan disfrutar de sus hijos?




Ya está bien de echar sobre la enseñanza todas las responsabilidades sociales.




A este paso, en cinco años, estaremos presentes en los partos para registrar la llegada de un nuevo alumno y evitar el fracaso neonato y el absentismo en las incubadoras.

martes, 14 de julio de 2009

Trivial Pursuit edición L.O.E.

Tomado de Tercera Opinión



Hasbro, la empresa fabricante del Trivial Pursuit, se ha percatado de que en España las ventas de su famoso juego de mesa están cayendo en picado. Para investigar las razones de este descenso, realizaron un estudio sobre 1.000 jóvenes españoles de entre 14 y 22 años. La conclusión fue clara: éstos eran incapaces de responder a la mayoría de las preguntas. Además, el 95% preferían pasar la noche de botellón que jugando al Trivial.

En base a este estudio y al último informe PISA, Hasbro ha comenzado a diseñar una nueva versión del juego. “Lo primero que hemos modificado han sido las categorías de las preguntas. Las actuales (Geografía, Espectáculos, Historia, Arte y Literatura, Ciencias y Naturaleza, Ocio y Deporte) se convertirán en: Música, Televisión, Fútbol, Videojuegos, Prensa Rosa y Móviles“.

“El enunciado de las preguntas no ocupará más de dos líneas, pues entre que a unos les cuesta leer y a los otros entender, no hay forma de que consigan jugar”. Los responsables de Hasbro también han notado que esta nueva generación de jugadores tiene un nivel de esfuerzo cero, por lo que todas las respuestas van a ser del tipo: Verdadero o Falso.

Otro de los aspectos importantes que han modificado son los elementos de juego. Por ejemplo, a los quesitos les han dado forma de pastilla, y al cubilete, de vaso de chupito (ver foto). También han incluido nuevas casillas como la de Toma un Trago, que obliga al jugador que cae en ella a beber alcohol. “Es la única forma de competir con el botellón” -ha anunciado un representante de la empresa.

También han incorporado la tarjeta-comodín, que le permite a un jugador fallar 4 o 5 veces y seguir como si no hubiera pasado nada. “Se quejaban de que en el instituto les permitían pasar de curso aunque suspendieran varias asignaturas”.

Con respecto a si las reglas del juego van a seguir siendo las mismas: “De momento sí, se seguirá usando el dado, pues el 80% de los encuestados no tenía ningún problema en contar hasta seis, y, afortunadamente, en el Trivial no es necesario ni sumar ni restar. Lo que no tenemos claro es quién será el ganador del juego: el que más conocimientos tenga, como hasta ahora, o el que menos, como en la vida real”.

P.D. Quizás este post les haya hecho gracia. A mí también me hizo reír hasta que comencé a pensar que, en unos 15 o 20 años, los jóvenes de esta generación pilotarán aviones, operarán en un quirófano o controlarán la seguridad de una central nuclear. Ahí se me borró la sonrisa.

martes, 7 de julio de 2009

Seis entre dos veintiuno, resto cero.

Mayo 30th, 2009 by Paco LozanoHoy me he acordado del comienzo del curso y de una tragedia ¿anécdota? que me ocurrió.

Este año he dado clases de matemáticas a 1º de ESO. Para aquellos de vosotros que no entendáis el sistema educativo español actual, os diré que son alumnos de 12-13 años, el equivalente al 7º de EGB antiguo (esto último para los de mi quinta).

Bueno, el caso es que, como resultado de un problema, un chico de uno de los cursos de 1º tenía que darme el valor entero de la fracción seis medios (6/2), es decir, tenía que dividir seis entre dos. Viendo que era incapaz de decirme el resultado de cabeza (a lo que desgraciadamente estamos muy acostumbrados) le dije que escribiera en la pizarra la división y la hiciera. Para entender lo que a continuación sucedió tendréis que mirar la imagen, con palabras es casi imposible definirlo.



Seis entre dos a dos, dos por dos cuatro hasta seis van dos. Le digo, ¿has terminado?, se me queda mirando y me dice ¡no!. Dos entre dos cabe a uno, uno por dos dos hasta 2 van cero. ¡Seis entre dos veintiuno, resto cero!, ¡ahí queda eso!.

Al ver la operación en la pizarra me quedé de piedra, aunque lo peor estaba por llegar….

…. miré al resto de alumnos y entre los chicos y chicas de la clase solamente uno se reía a carcajadas, el resto lo miraban con cara de sorpresa y se preguntaban ¿de qué se ríe este?