El regidor de Educación y Festejos del Ayuntamiento de Mahón, Joan Carles Villalonga, ha insultado pública y repetidamente a SAR la infanta Elena y a SM el Rey de España en una canción que bien podría registrarse como uno de los más insignes monumentos de los últimos tiempos a la estupidez y al mal gusto. La presunta canción (he tenido la paciencia de escucharla y leer su letra) es muy mala, pero sobre todo es grosera: palabras gruesas para la risa fácil. El argumento que justifica la injuria según Villalonga y su colega Àlex Villeyra, que se declara coautor de la "broma", es que no existe afán injurioso, sino sólo jocoso, y que todo ello "entra dentro de los límites de la libertad de expresión". El PSM, formación a la que pertenece el edil y "activista cultural", pide respeto a su "libertad creativa".
Con ello se demuestran varias cosas. Una, que en España cualquiera puede llegar a concejal de Educación. Otra, que en España injuriar públicamente puede no ser ya delito, sobre todo si el injuriado pertenece a la familia del Rey y el injuriante a un partido separatista. En tercer lugar, que los fiscales en España deben tener cosas más importantes que salvaguardar la dignidad de las instituciones de la Nación y el derecho al honor de las personas, de la misma manera que los responsables políticos ignoran qué cosa sea eso de la responsabilidad y de los compromisos adquiridos con todos los ciudadanos. Por último, que el sentido del humor de los nacionalistas es como su discurso político: agresivo y excluyente.
Pese a que, al parecer, tales antecedentes y el uso de mi libertad creativa y de expresión en este texto me autorizarían a ello, me niego a calificar públicamente al regidor Villalonga en los términos que merece; yo sí estimo el decoro. Eso sí: me parece obligatorio llamarle zafio e irresponsable, así como sugerirle al alcalde de Mahón que, si tiene alguna vergüenza, lo destituya.
sábado, 26 de septiembre de 2009
miércoles, 23 de septiembre de 2009
Soporífero Molina
Como en educación, el peor enemigo de la cultura española son los políticos que la gestionan.
El día 21 de septiembre, el ex ministro César Antonio Molina, sometió al público y a un nutrido cogollito pseudocultural de políticos de Palma, a una insoportable sucesión de lugares comunes sobre el futuro de la cultura española en el mundo. El acto se celebró en el Club Última Hora.
No sólo no se dijo nada relevante, interesante, ocurrente, sino que todo se redujo a una perorata monótona que reducía la cultura a cuestiones administrativas. La supuesta creatividad literaria del conferenciante brilló por su ausencia. Ni atisbo de originalidad, ingenio, ni gracia alguna.
El presentador valoró a Molina por introducir las lenguas cooficiales en el Instituto Cervantes, de manera que se puedan aprender, como el castellano, en los centros de todo el mundo. César Antonio Molina reconoció la importancia del español en el mundo en presencia de los siguiente políticos: Francina Armengol, Bárbara Galmés, María Antonia Munar, Miguel Nadal, Ramón Socías, entre otros. Todos ellos grandes defensores de la libertad, la Constitución y el bilingüismo, sí señor. Son la cohorte de fieles servidores del gran mecenas de la cultura y la prensa balear, a cuyo lado se sentó la presidenta del Parlamento.
Nada se dijo de abrir un centro del Instituto Cervantes en Palma, para que los mallorquines que lo deseen puedan aprenderlo incluso como lengua vehicular en las clases.
El patriotismo del conferenciante quedó patente cuando habló de su oposición a que la compañía Odyssey, que se dedica al rescate de riquezas y tesoros hundidos en el mar, extrajera los restos arqueológicos de pecios españoles, a cambio de quedarse con las monedas y objetos de valor que se rescataran del fondo del mar. Nada se dijo de que nadie, tampoco ningún gobierno español, haya hecho nada por recuperarlos durante siglos y siglos…
El día 21 de septiembre, el ex ministro César Antonio Molina, sometió al público y a un nutrido cogollito pseudocultural de políticos de Palma, a una insoportable sucesión de lugares comunes sobre el futuro de la cultura española en el mundo. El acto se celebró en el Club Última Hora.
No sólo no se dijo nada relevante, interesante, ocurrente, sino que todo se redujo a una perorata monótona que reducía la cultura a cuestiones administrativas. La supuesta creatividad literaria del conferenciante brilló por su ausencia. Ni atisbo de originalidad, ingenio, ni gracia alguna.
El presentador valoró a Molina por introducir las lenguas cooficiales en el Instituto Cervantes, de manera que se puedan aprender, como el castellano, en los centros de todo el mundo. César Antonio Molina reconoció la importancia del español en el mundo en presencia de los siguiente políticos: Francina Armengol, Bárbara Galmés, María Antonia Munar, Miguel Nadal, Ramón Socías, entre otros. Todos ellos grandes defensores de la libertad, la Constitución y el bilingüismo, sí señor. Son la cohorte de fieles servidores del gran mecenas de la cultura y la prensa balear, a cuyo lado se sentó la presidenta del Parlamento.
Nada se dijo de abrir un centro del Instituto Cervantes en Palma, para que los mallorquines que lo deseen puedan aprenderlo incluso como lengua vehicular en las clases.
El patriotismo del conferenciante quedó patente cuando habló de su oposición a que la compañía Odyssey, que se dedica al rescate de riquezas y tesoros hundidos en el mar, extrajera los restos arqueológicos de pecios españoles, a cambio de quedarse con las monedas y objetos de valor que se rescataran del fondo del mar. Nada se dijo de que nadie, tampoco ningún gobierno español, haya hecho nada por recuperarlos durante siglos y siglos…