El triángulo que forman la Administración, los funcionarios y los contribuyentes, cuenta con un ardiente defensor del parasitismo.
La Administración exige, vía impuestos, parte de los recursos de los contribuyentes. En su seno surgen grupos organizados de funcionarios, dispuestos a obtener ventajas, y a rentabilizar al máximo la inopia ideológica de los políticos. En definitiva, ambos sobreviven a costa de los ciudadanos, cuyos impuestos engordan a sectores de funcionarios que, en este caso, con la coartada educativo-cultural, encubren sus verdaderos intereses. Desde luego, el principal no consiste en ofrecer buenos servicios.
La renovada insistencia con la que el sindicato educativo STEI-i envía últimamente a sus liberados a los centros educativos, demuestra que no pierde ocasión. Cualquier motivo es suficiente para insistir en la cantinela victimista y pedir más medios, más plazas, más recursos invertidos en educación… En realidad, no se trata de mejorarla efectivamente, sino de aumentar a toda costa las plantillas de docentes, pedir aumentos salariales, complementos específicos, número de plazas en las oposiciones, etc. El discurso se reduce al mismo argumento: los problemas educativos son tan sólo una cuestión económica. La racionalidad y la eficiencia del sistema brillan por su ausencia. Claro, la educación y la cultura no tienen precio…
La insaciable voracidad financiera del sindicato (recibió 150.000€ de subvención sólo en el último trimestre de 2009) contrasta con la moralina que despliegan sus miembros en contra de la corrupción en Baleares, pues las subvenciones que generosamente reciben, son uno de los focos principales de la misma.
viernes, 26 de marzo de 2010
sábado, 13 de marzo de 2010
¿Crees que es teatro esto que te cuento? 8.
Clase de Ciencias Sociales en 3º ESO de un centro concertado de Palma. La profesora pide a los alumnos que busquen en el diccionario la entrada “nación”. Definición de la misma: comunidad humana con determinadas características culturales comunes, como las costumbres, tradiciones, lengua, religión, historia, leyes…
La profesora procede a comparar y a analizar cada uno de estos aspectos, y afirma que nada hay de común entre España y Cataluña. Conclusión: España no es una nación. Cataluña sí.
Un alumno afirma que a él le parece que la religión, las leyes, la historia y la lengua, son comunes entre España y Cataluña. La profesora le rebate, elevando el tono de voz, con una retahíla de afirmaciones. Lo que más le ha irritado es la alusión a la lengua. Reconoce que la religión sí es común, pero nada más. “La historia no se puede cambiar”, “la historia no se puede cambiar”, “la historia no se puede cambiar”… intercala ardorosamente entre las afirmaciones que hace.
Otro niño dice que en el programa “España directo” se ha hablado de los efectos de la tremenda nevada que ha caído en Cataluña. La profesora tacha el programa de “basura”. Y otro ha visto lo que le ha ocurrido a Rosa Díez, que iba a dar una conferencia en la universidad. La profesora afirma que “esa señora no dice más que tonterías”, “que le cae fatal”, “que no pinta nada en Barcelona”, y que todo eso justifica lo que le ha pasado…
De todos es conocido el interés del nacionalismo en controlar el mundo educativo y valerse del mismo. Un público poco crítico y sumiso, es el mejor caldo de cultivo para la indoctrinación. Es habitual que esta empresa se acometa con sutileza y habilidad, de forma que no se note que tras la supuesta formación de los docentes proselitistas, hay un núcleo duro, dogmático e irracional, que ignora hechos y argumentos que permiten ver la realidad de forma mucho más ponderada. Sin embargo, no siempre es así. Cuando se desvirtúan los verdaderos objetivos de la educación, también el docente pierde la suya.
La profesora procede a comparar y a analizar cada uno de estos aspectos, y afirma que nada hay de común entre España y Cataluña. Conclusión: España no es una nación. Cataluña sí.
Un alumno afirma que a él le parece que la religión, las leyes, la historia y la lengua, son comunes entre España y Cataluña. La profesora le rebate, elevando el tono de voz, con una retahíla de afirmaciones. Lo que más le ha irritado es la alusión a la lengua. Reconoce que la religión sí es común, pero nada más. “La historia no se puede cambiar”, “la historia no se puede cambiar”, “la historia no se puede cambiar”… intercala ardorosamente entre las afirmaciones que hace.
Otro niño dice que en el programa “España directo” se ha hablado de los efectos de la tremenda nevada que ha caído en Cataluña. La profesora tacha el programa de “basura”. Y otro ha visto lo que le ha ocurrido a Rosa Díez, que iba a dar una conferencia en la universidad. La profesora afirma que “esa señora no dice más que tonterías”, “que le cae fatal”, “que no pinta nada en Barcelona”, y que todo eso justifica lo que le ha pasado…
De todos es conocido el interés del nacionalismo en controlar el mundo educativo y valerse del mismo. Un público poco crítico y sumiso, es el mejor caldo de cultivo para la indoctrinación. Es habitual que esta empresa se acometa con sutileza y habilidad, de forma que no se note que tras la supuesta formación de los docentes proselitistas, hay un núcleo duro, dogmático e irracional, que ignora hechos y argumentos que permiten ver la realidad de forma mucho más ponderada. Sin embargo, no siempre es así. Cuando se desvirtúan los verdaderos objetivos de la educación, también el docente pierde la suya.