El triángulo que forman la Administración, los funcionarios y los contribuyentes, cuenta con un ardiente defensor del parasitismo.
La Administración exige, vía impuestos, parte de los recursos de los contribuyentes. En su seno surgen grupos organizados de funcionarios, dispuestos a obtener ventajas, y a rentabilizar al máximo la inopia ideológica de los políticos. En definitiva, ambos sobreviven a costa de los ciudadanos, cuyos impuestos engordan a sectores de funcionarios que, en este caso, con la coartada educativo-cultural, encubren sus verdaderos intereses. Desde luego, el principal no consiste en ofrecer buenos servicios.
La renovada insistencia con la que el sindicato educativo STEI-i envía últimamente a sus liberados a los centros educativos, demuestra que no pierde ocasión. Cualquier motivo es suficiente para insistir en la cantinela victimista y pedir más medios, más plazas, más recursos invertidos en educación… En realidad, no se trata de mejorarla efectivamente, sino de aumentar a toda costa las plantillas de docentes, pedir aumentos salariales, complementos específicos, número de plazas en las oposiciones, etc. El discurso se reduce al mismo argumento: los problemas educativos son tan sólo una cuestión económica. La racionalidad y la eficiencia del sistema brillan por su ausencia. Claro, la educación y la cultura no tienen precio…
La insaciable voracidad financiera del sindicato (recibió 150.000€ de subvención sólo en el último trimestre de 2009) contrasta con la moralina que despliegan sus miembros en contra de la corrupción en Baleares, pues las subvenciones que generosamente reciben, son uno de los focos principales de la misma.
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