miércoles, 4 de enero de 2012

Virrey Rodríguez

Es bochornosa la infantil frescura, la desinhibida espontaneidad, con la que el PP de Palma exhibe su paletismo localista, su personalismo sectario, y su absoluta ineptitud en comprender que la austeridad no es sólo un mensaje oportuno, sino una acuciante necesidad que los partidos políticos deben poner en práctica con los hechos.

El relevo de Ramón Socías por José María Rodríguez al frente de la Delegación del Gobierno en Baleares, que no es, ni debe ser, más que un traspaso de funciones protocolario, adquirió rasgos grotescos de virreinato en las colonias, de partido de fútbol para el populacho, con pantalla gigante en la calle y copa de cava, para que nadie se perdiera tan trascendental ceremonia.

El organizador del evento y secretario de Rodríguez, Paco Frau, afirma que ellos corren con los gastos, ya que ni la Delegación del Gobierno dispone de dinero para festejos, ni el Govern ha intervenido.

Inevitablemente, y sin que medie la voluntad, nuestra memoria establece por su cuenta y riesgo analogías entre islas del Mediterráneo. Mallorca recuerda a Sicilia, como los protagonistas de esta fanfarria recuerdan a Don Calogero. Con el agravante de que nadie asume el papel de Fabrizio Salina, y el buen gusto, la elegancia y la discreción brillan por su ausencia.

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