Todavía se recuerda con hilaridad la intervención de Joana LLuïsa Mascaró en la conferencia sobre “Intelectualidad y política” en la Fundación Miró el pasado 30 de octubre.
La Consellera del Consell de Mallorca abrió el acto para afirmar que para documentarse sobre el tema había tenido que consultar en google. Sus pesquisas dieron poco resultado: sólo había encontrado un artículo con ese título, dio importancia a que había sido escrito por una mujer, y el conocido j’accuse de Zola, famoso alegato en defensa del capitán Dreyfus. Curioso bagaje para tratarse de la Consellera insular de Cultura, que no dio muestras de comprender realmente de qué se trataba el asunto. No hubiera estado mal que se hubiera explicado que es un ejemplo de cómo el nacionalismo furibundo, en este caso el francés, es capaz de pisotear los derechos y de acusar injustamente a un hombre. De cómo puede conducir a la xenofobia y al racismo, pues Dreyfus fue acusado sin pruebas de espionaje y cerca estuvo de ser ejecutado, por el mero hecho de ser judío… Y una de las pruebas que se barajaron en su contra es que hablaba varios idiomas. ¿Qué debe opinar una política del PSM sobre estos temas?
Cabe preguntarse si alguna de las autoridades presentes en la sala (como Francina Armengol o Bárbara Galmés) se sintieron aludidas cuando los dos conferenciantes, Ramón Aguiló y José Carlos Llop, dejaron caer algunas grandes frases de conocidos autores como Orwell, Ortega y Gasset, Steiner, Mann… “Huyamos de la nefasta tentación de gobernar a partir de los sentimientos” o “nada más peligroso que la voluntad de cambiar la sociedad de un político con ínfulas morales”, fueron de las más destacables. A eso se le llama dar en la diana.
Definitivamente, intelectualidad y política nunca habían estado tan alejados como en la actual política balear, pues cuando nuestros políticos hablan de temas culturales, tienen una creciente tendencia a hablar de una cultura en pequeño, confundiendo cercanía con calidad.
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