(P1, profesor de un instituto de educación secundaria de un pueblo de Mallorca, expone a un colega suyo, P2, que se encarga de coordinar actividades extraescoalres, una actividad que desde hace años lleva a cabo con sus alumnos de cuarto de ESO y de primero de Bachillerato, y que consiste en llevar al aula a concejales del municipio, de distintos partidos, para que expliquen a los alumnos cómo se organiza un ayuntamiento, cuáles son los procedimientos diversos de creación de normativa municipal, etc.)
P2.- (Entusiasmado) Pues es una actividad estupenda. Te apoyaré en lo que sea. Si se pudieran institucionalizar estas charlas, para que cuando tú no estés en el instituto pueda seguir realizándose, mejor. Desde extraescolares lo puedo intentar.
P1.- Los alumnos siguen las charlas con verdadero interés.
P2.- Además, es una buena manera de hacer ver a nuestros alumnos que la política no es algo de extraterrestres. Por el aula pasan concejales de todos los partidos políticos y los alumnos conocen de primera mano las distintas formas de enfocar la política, sin exclusiones, con tolerancia. Los alumnos comprobarán que, a pesar de los debates y descalificaciones de unos políticos contra otros, ningún político tiene cuernos ni rabo.
P1.- (Inicia un tímido repliegue hacia atrás) Ah, no, todos no. Concejales del PP no vienen a estas charlas.
P2.- (Que cree haber oído mal) ¿No decías que traías a concejales de distintos partidos?
P1.- (Otro paso atrás. Con contundencia) Sí, pero del PP, no.
P2.- (Deja pasar unos segundos. Mira la cara de P1. No tiene cuernos ni rabo) Entonces se pierde objetividad. Se censura. Una actividad de éstas es interesante si los profesores no ejercen de censores y si todas las opciones políticas legales están presentes.
P1.- Es mi libertad de cátedra. Estoy en mi derecho para traer a quien yo quiera.
P2.- (Sigue sin verle cuernos ni rabo a P1) Entonces no hables de tolerancia. Con todos mis respetos, estás manipulando a los alumnos, como si fueran conejillos de indias. ¿Y si otro profesor hace lo mismo, pero sin invitar a los del PSOE u otro partido, te parecería bien?
P1.- Yo no invito nunca a alguien del PP. Para mí tienen cuernos y rabo.
(Termina la conversación. P2 se va a su clase y jura para sus adentros que desearía ver en P1 cuernos y rabo, pero que no se los ve. Envidia la imaginación desbordada de P1, que ve cuernos y rabo en los concejales del PP. Piensa P2 que no está dotado para la literatura fantástica, al contrario que P1. Piensa P2, además, que quizás no tenga vocación docente, porque no quiere aleccionar a los alumnos, y que P1 es tal vez un gran docente, porque cree en eso de que los alumnos son tontos y hay que aleccionarlos y dirigirlos. P2 camina realmente deprimido)
(De repente se acuerda de que en la puerta trasera del coche de P1 luce la efigie de un sublime burro de raza catalana. P2 comprende por qué no veía cuernos y rabo en P1, es que se había equivocado de animal. Un poco más aliviado entra en su clase)
FIN
P2.- (Entusiasmado) Pues es una actividad estupenda. Te apoyaré en lo que sea. Si se pudieran institucionalizar estas charlas, para que cuando tú no estés en el instituto pueda seguir realizándose, mejor. Desde extraescolares lo puedo intentar.
P1.- Los alumnos siguen las charlas con verdadero interés.
P2.- Además, es una buena manera de hacer ver a nuestros alumnos que la política no es algo de extraterrestres. Por el aula pasan concejales de todos los partidos políticos y los alumnos conocen de primera mano las distintas formas de enfocar la política, sin exclusiones, con tolerancia. Los alumnos comprobarán que, a pesar de los debates y descalificaciones de unos políticos contra otros, ningún político tiene cuernos ni rabo.
P1.- (Inicia un tímido repliegue hacia atrás) Ah, no, todos no. Concejales del PP no vienen a estas charlas.
P2.- (Que cree haber oído mal) ¿No decías que traías a concejales de distintos partidos?
P1.- (Otro paso atrás. Con contundencia) Sí, pero del PP, no.
P2.- (Deja pasar unos segundos. Mira la cara de P1. No tiene cuernos ni rabo) Entonces se pierde objetividad. Se censura. Una actividad de éstas es interesante si los profesores no ejercen de censores y si todas las opciones políticas legales están presentes.
P1.- Es mi libertad de cátedra. Estoy en mi derecho para traer a quien yo quiera.
P2.- (Sigue sin verle cuernos ni rabo a P1) Entonces no hables de tolerancia. Con todos mis respetos, estás manipulando a los alumnos, como si fueran conejillos de indias. ¿Y si otro profesor hace lo mismo, pero sin invitar a los del PSOE u otro partido, te parecería bien?
P1.- Yo no invito nunca a alguien del PP. Para mí tienen cuernos y rabo.
(Termina la conversación. P2 se va a su clase y jura para sus adentros que desearía ver en P1 cuernos y rabo, pero que no se los ve. Envidia la imaginación desbordada de P1, que ve cuernos y rabo en los concejales del PP. Piensa P2 que no está dotado para la literatura fantástica, al contrario que P1. Piensa P2, además, que quizás no tenga vocación docente, porque no quiere aleccionar a los alumnos, y que P1 es tal vez un gran docente, porque cree en eso de que los alumnos son tontos y hay que aleccionarlos y dirigirlos. P2 camina realmente deprimido)
(De repente se acuerda de que en la puerta trasera del coche de P1 luce la efigie de un sublime burro de raza catalana. P2 comprende por qué no veía cuernos y rabo en P1, es que se había equivocado de animal. Un poco más aliviado entra en su clase)
FIN