Una vez más, el sindicato educativo demuestra su alergia a los conceptos de competitividad, eficiencia y competencia. Bajo el supuesto de que el dinero público debe gastarse en educación al margen de los resultados, hasta el punto de adquirir dimensiones de verdadero “agujero negro”, se huye de todo análisis que implique una valoración de la eficacia del sistema. Es la mejor forma de reivindicar bulímicamente más y más gasto, pues si se descubriese que la falla principal no es la económica, caería también por su propio peso que los planteamientos de ese sindicato no sirven para mejorar las cosas.
Que en la evaluación por sí sola del trabajo de los docentes no radican los principales males del sistema educativo español, es una afirmación razonable. Pero que quien hace 20 años que no ejerce la docencia real en las aulas por ser liberado sindical, después de ejercer solamente durante 4, se dirija despectivamente a un profesional serio y competente que exponía recientemente en Diario de Mallorca los argumentos por los que consideraba positiva dicha evaluación, tiene guasa. Cabría dudar del conocimiento de la realidad que tiene el primero por comparación con el segundo.
Si como dice nuestro aguerrido líder sindical, los enseñantes ya han pasado muchos exámenes para llegar a serlo, no parece grave pasar por otro. Ahora bien , y este es el quid de la cuestión, los criterios deberían medir realmente la capacidad de enseñar de los docentes. Si se trata de insistir en la pantomima burocrática a la que la Conselleria de Educación nos tiene acostumbrados, o se debe pactar con el STEI cómo realizar dicha evaluación, nos tememos lo peor: una campaña de fiscalización ideológica en la que cuenta más la práctica del “ball de bot” o un cursillo del CEP sobre “els perills del casino capitalista neoliberal” que un doctorado en cualquier ciencia. Mejor no seguir dando ideas. Podrían entusiasmar a quien dirige la Conselleria.
1 comentario:
A los sindicatos habría que meterles mano seriamente, porque ya hace décadas que no defienden los derechos de los trabajadores ni la calidad de la enseñanza, sino los privilegios de unos pocos. Por no hablar de este tal Biel Caldentey y su STEI: una banda de vagos paniaguados.
Publicar un comentario