El día después de anunciar Rodríguez Zapatero sus drásticos recortes, el STEI-i se lanzó a la acción en los centros educativos para rentabilizar el descontento de los docentes. Con la profundidad de un visionario docto en economía, una liberada fomentaba la indignación preguntando en la sala de profesores, una y otra vez, qué gastos se iban a recortar en la Casa Real. Como segunda medida contra la crisis, se preguntaba cuántos altos cargos sobraban en España. No se le ocurrió preguntar cuántos liberados sindicales, ni cuántos funcionarios, son un lastre improductivo a costa de las arcas públicas.
Otra liberada, avisada de que unos días antes el mismo centro había sido visitado por el sindicato ANPE, y que éste había invitado a los profesores a coca de verdura y pimientos, argumentaba que ANPE recibe un dinero que ellos no tienen. Escondía de esta guisa la ingente cantidad de dinero que el STEI-i recibe anualmente (cifras millonarias) en diversos conceptos, uno de ellos por sus iniciativas en línea con la política lingüística autonómica.
Hay que decir, por cierto, que el sindicato ANPE también está deslizándose por la pendiente del corporativismo. Más dinero para los profesores y más plazas para los interinos, esos son los problemas que más preocupan a los sindicatos de profesores.
Sin embargo, entre los líderes del STEi-i se encuentran los que mejor ilustran la condición de lastre: tras dos años ejerciendo en primaria, uno de ellos dejó las aulas en 1988 por ser elegido liberado sindical. Desde entonces, permanece como tal… Osa, veintidós años después de dejar la profesión, dictaminar cómo debe ser la educación y descalifica a quienes son críticos con lo que está pasando.
Definitivamente, quien no es parte de la solución es parte del problema.
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