El programa de evaluación inicial (AVISO 2008) ha fracasado. Los imponderables vericuetos de la tecnología impidieron que alumnos de 1º de ESO de 170 centros de Baleares, dispuestos ante el ordenador para hacer un test de lectoescritura, pudieran realizarlo: es imposible evaluar la velocidad y comprensión lectora si se colapsa el servidor durante una prueba en la que el tiempo es una variable determinante.
No seremos nosotros quienes hurguemos en la herida por una pifia informática. Las máquinas no son perfectas, los programas tampoco, y pueden fallar. No obstante, es sorprendente que los responsables no previeran que un colapso del sistema era probable, ya que decenas de miles de estudiantes debían hacer la prueba al mismo tiempo. Los ensayos previos habían funcionado. Se habían hecho en 20 centros solamente.
Sin embargo, sí cabe cuestionarse la inversión de medios, tiempo y dinero público en una prueba cuyos resultados no hubieran sorprendido a nadie. ¿Hay dudas sobre la falta de hábitos de lectura de nuestros alumnos? ¿No constatan a diario los profesores las dificultades que tienen para entender textos sencillos? ¿No sería más interesante abrir un debate sobre qué corregir en la enseñanza primaria, que por cierto no recoge como objetivo el desarrollo de la lectoescritura hasta los 6 años de edad? ¿Es mejorable una escuela más parecida a un “chiquipark” a base de “rincones temáticos” en la que los niños sólo juegan no se sabe a qué, aplazando el momento en que el trabajo del maestro siembra en sus mentes les letras y las palabras?
En fin, sugerimos al IAQSE (Institut d’avaluació i qualitat del Sistema Educatiu) y a su director , el Señor Joan Mestres, que dirijan sus esfuerzos a aspectos de la educación verdaderamente sumidos en la sombra, como por ejemplo, una encuesta seria y anónima sobre los hábitos de lectura de maestros y profesores… El debate sobre si se deberían publicar los resultados sería probablemente divertido.
sábado, 25 de octubre de 2008
lunes, 13 de octubre de 2008
El STEI o el sectarismo del parásito educativo. 1
Las crónicas del seminario “Educació, sindicalismo i globalització” organizado por el STEI demuestran la situación de delirio en la que se encuentra parte importante de nuestros docentes. La reiteración hasta la saciedad de lugares comunes en contra de la economía de mercado, no disimula la intención interesada que subyace a tanta retórica: cuanto peor es el nivel de formación de nuestros estudiantes, más dinero público hay que gastar en educación. Así pues, se delira, sí, pero de forma perspicaz, pues la mala formación de nuestros jóvenes justifica una insaciable necesidad de gastar más fondos en nombre de la educación. ¿Habrá una relación causa-efecto entre la bajada de nivel y la reivindicación de aumentar el gasto aunque el sistema educativo sea desastroso? Si así fuera, los iluminados que impartieron y asistieron al seminario, serían un ejemplo perfecto del precepto marxista sobre la correspondencia entre pensamientos e intereses, pues tienen muy claro cómo asegurar su modus vivendi. No se trata de un fenómeno extraño: la tendencia de la burocracia a aumentar su poder y maximizar su tamaño compitiendo por los fondos del Presupuesto, convierte también a los sindicatos educativos en buscadores de renta.
Con tales premisas, el único recurso intelectual del seminario fue calificar de “neoliberal” a todo lo que disgustase a estos “enseñantes solidarios”. Todo criterio racionalizador de la realidad docente, fue calificado como “mercantilismo capitalista”. He aquí algunos ejemplos:
El informe PISA, que recoge con datos el progresivo deterioro del nivel educativo en España, fue relativizado y desmitificado por “estar manipulado por la prensa”, por “no ser científico”, por “basarse en muestras de grupos reducidos”, por “basarse en premisas económicas en lugar de educativas”, por “comparar sistemas educativos diferentes”, y… por ser “una trampa para justificar la privatización de la educación pública”.
Las iniciativas en alguna Comunidad Autónoma de evaluar a los profesores según resultados, dar más poderes a los directores del centro, aceptar posibilidades de autofinanciación de los centros, son “recetas neoliberales”, así que los posibles efectos no fueron ni mínimamente analizados.
Se afirmó que la expansión del capitalismo “había empezado con la caída del muro de Berlín”. Ignoramos si quien ignora la historia de manera tan burda, echa de menos el totalitarismo comunista, pero dejó muy claro que se pide “eficiencia a la educación como estratagema para justificar su privatización”, pues “antes de la caída del muro la educación estaba desmercantilizada”.
“Ser sindicalista significa ser responsable en el trabajo”. Esta afirmación fue echa por un ponente de 52 años, sindicalista educativo ya retirado, después de lamentar la falta de inversiones del gobierno guatemalteco en educación.
Una ponente brasileña afirmó que en la era de la tecnología, la mayor parte del mundo ignora el teléfono y no tiene energía eléctrica “a causa de los intereses de la parte occidental del mundo, que no tenía intención de extender tales servicios a toda la gente”. Curiosamente, afirmó poco después que en su país hay oficinas de Telefónica y del Banco de Santander “en cada esquina”… ¿Debemos suponer que no es para ampliar las redes de servicio telefónico?
Una ponente portuguesa planteó una profunda novedad educativa: “además de la inteligencia racional hay inteligencia afectiva”. Para demostrarlo cantó la canción de Sabina “Y nos dieron las diez…”. Enriquecedora aportación al mundo de la didáctica.
Se afirmó que el actual interés por el desarrollo y la evaluación de las competencias básicas “se debe al intento de poner la educación al servicio de la economía” y a “que se quiere conseguir que la escuela proporcione mano de obra barata y con contratos precarios y de corta duración”.
En fin, la habitual letanía antimercado aderezó todas las ponencias. Abundan en el mundo educativo los planteamientos ideológicos decimonónicos. Sin embargo, la simpleza en los planteamientos no logra disimular que más que temer lo que se ignora, se pretende escamotear la realidad de la educación, calificando de “neoliberal” a todo planteamiento crítico y escabullendo toda responsabilidad: es más fácil acusar a la “globalización” y pedir más gasto alegando que la educación no es un bien de consumo sino un derecho social, que ponerse manos a la obra en el aula o reformar las leyes educativas.
Con tales premisas, el único recurso intelectual del seminario fue calificar de “neoliberal” a todo lo que disgustase a estos “enseñantes solidarios”. Todo criterio racionalizador de la realidad docente, fue calificado como “mercantilismo capitalista”. He aquí algunos ejemplos:
El informe PISA, que recoge con datos el progresivo deterioro del nivel educativo en España, fue relativizado y desmitificado por “estar manipulado por la prensa”, por “no ser científico”, por “basarse en muestras de grupos reducidos”, por “basarse en premisas económicas en lugar de educativas”, por “comparar sistemas educativos diferentes”, y… por ser “una trampa para justificar la privatización de la educación pública”.
Las iniciativas en alguna Comunidad Autónoma de evaluar a los profesores según resultados, dar más poderes a los directores del centro, aceptar posibilidades de autofinanciación de los centros, son “recetas neoliberales”, así que los posibles efectos no fueron ni mínimamente analizados.
Se afirmó que la expansión del capitalismo “había empezado con la caída del muro de Berlín”. Ignoramos si quien ignora la historia de manera tan burda, echa de menos el totalitarismo comunista, pero dejó muy claro que se pide “eficiencia a la educación como estratagema para justificar su privatización”, pues “antes de la caída del muro la educación estaba desmercantilizada”.
“Ser sindicalista significa ser responsable en el trabajo”. Esta afirmación fue echa por un ponente de 52 años, sindicalista educativo ya retirado, después de lamentar la falta de inversiones del gobierno guatemalteco en educación.
Una ponente brasileña afirmó que en la era de la tecnología, la mayor parte del mundo ignora el teléfono y no tiene energía eléctrica “a causa de los intereses de la parte occidental del mundo, que no tenía intención de extender tales servicios a toda la gente”. Curiosamente, afirmó poco después que en su país hay oficinas de Telefónica y del Banco de Santander “en cada esquina”… ¿Debemos suponer que no es para ampliar las redes de servicio telefónico?
Una ponente portuguesa planteó una profunda novedad educativa: “además de la inteligencia racional hay inteligencia afectiva”. Para demostrarlo cantó la canción de Sabina “Y nos dieron las diez…”. Enriquecedora aportación al mundo de la didáctica.
Se afirmó que el actual interés por el desarrollo y la evaluación de las competencias básicas “se debe al intento de poner la educación al servicio de la economía” y a “que se quiere conseguir que la escuela proporcione mano de obra barata y con contratos precarios y de corta duración”.
En fin, la habitual letanía antimercado aderezó todas las ponencias. Abundan en el mundo educativo los planteamientos ideológicos decimonónicos. Sin embargo, la simpleza en los planteamientos no logra disimular que más que temer lo que se ignora, se pretende escamotear la realidad de la educación, calificando de “neoliberal” a todo planteamiento crítico y escabullendo toda responsabilidad: es más fácil acusar a la “globalización” y pedir más gasto alegando que la educación no es un bien de consumo sino un derecho social, que ponerse manos a la obra en el aula o reformar las leyes educativas.
domingo, 5 de octubre de 2008
Los excluidos
La bolsa de interinos de la que dispone la Conselleria de Educación para cubrir plazas libres de profesores de secundaria, es ordenada conforme a criterios como la experiencia docente, cursos de formación realizados, méritos académicos, y, condición sine que non, titulación de catalán. Según se tenga o no la suficiente titulación de catalán exigida (en secundaria Llengua 2 y Seminario), los interinos quedan divididos en dos grupos: ADMITIDOS y EXCLUIDOS POR CATALÁN.
En realidad, la lista de admitidos se agota en bastantes especialidades y se recurre a los excluidos. Alguien podría decir entonces que, strictu sensu, no están excluidos. No obstante, forman un grupo de docentes que pueden tener o no trabajo por el uso excluyente de una de las dos lenguas oficiales, al margen de su capacitación efectiva para la docencia, pues tesis doctorales y experiencia contrastada cuentan menos que los conocimientos de catalán. A su vez, los excluidos son ordenados, cómo no, por su nivel de catalán.
En coherencia con la mentalidad de quien pone fronteras interiores y establece clasificaciones con clases y subclases entre docentes, la Conselleria no quiso publicar en su momento (junio o julio), como se había hecho hasta ahora, listas de excluidos, pues excluidos significa excluidos y ya se sabe que en principio no se debe contar con parias incapacitados para la docencia. No obstante, ha sido necesario publicarlas reciente y precipitadamente, pues una vez más, ha hecho falta cubrir plazas libres. Dado que el orden en la lista determina tener trabajo o no, los recursos o documentos que se hubieran podido presentar durante el verano, se están también presentando estos días de prisa y corriendo, pues establecen el orden en que se llamará a los que figuren en la lista.
Sin embargo, se ve que la rotundidad del término usado hasta ahora para denominar dichas listas, “los excluido”s, ha despertado la sensibilidad de quienes, como Rodríguez Zapatero, niegan que en España haya problema lingüístico alguno. Así pues, para que las palabras no descubran la realidad, un poco de maquillaje eufemístico produce maravillas: “Interinos disponibles con el requisito de catalán incumplido”, es la nueva denominación de los anteriormente conocidos como “excluidos”… ¡Gran avance en la lucha por la igualdad entre los españoles!
A pesar de todo esto, lo más grave es la situación de absoluta imprevisión en que estos métodos dejan a los excluidos. Pues al no haberse elaborado una lista en junio, se ha impedido a los interinos sin titulación de catalán, hacerse la más mínima idea de si tendrían trabajo este curso, con el consecuente trastorno que produce no saber qué cabe esperar de cara a buscar otras salidas laborales o de estudios y organizarse mejor para lo que pueda surgir.
En realidad, la lista de admitidos se agota en bastantes especialidades y se recurre a los excluidos. Alguien podría decir entonces que, strictu sensu, no están excluidos. No obstante, forman un grupo de docentes que pueden tener o no trabajo por el uso excluyente de una de las dos lenguas oficiales, al margen de su capacitación efectiva para la docencia, pues tesis doctorales y experiencia contrastada cuentan menos que los conocimientos de catalán. A su vez, los excluidos son ordenados, cómo no, por su nivel de catalán.
En coherencia con la mentalidad de quien pone fronteras interiores y establece clasificaciones con clases y subclases entre docentes, la Conselleria no quiso publicar en su momento (junio o julio), como se había hecho hasta ahora, listas de excluidos, pues excluidos significa excluidos y ya se sabe que en principio no se debe contar con parias incapacitados para la docencia. No obstante, ha sido necesario publicarlas reciente y precipitadamente, pues una vez más, ha hecho falta cubrir plazas libres. Dado que el orden en la lista determina tener trabajo o no, los recursos o documentos que se hubieran podido presentar durante el verano, se están también presentando estos días de prisa y corriendo, pues establecen el orden en que se llamará a los que figuren en la lista.
Sin embargo, se ve que la rotundidad del término usado hasta ahora para denominar dichas listas, “los excluido”s, ha despertado la sensibilidad de quienes, como Rodríguez Zapatero, niegan que en España haya problema lingüístico alguno. Así pues, para que las palabras no descubran la realidad, un poco de maquillaje eufemístico produce maravillas: “Interinos disponibles con el requisito de catalán incumplido”, es la nueva denominación de los anteriormente conocidos como “excluidos”… ¡Gran avance en la lucha por la igualdad entre los españoles!
A pesar de todo esto, lo más grave es la situación de absoluta imprevisión en que estos métodos dejan a los excluidos. Pues al no haberse elaborado una lista en junio, se ha impedido a los interinos sin titulación de catalán, hacerse la más mínima idea de si tendrían trabajo este curso, con el consecuente trastorno que produce no saber qué cabe esperar de cara a buscar otras salidas laborales o de estudios y organizarse mejor para lo que pueda surgir.
jueves, 2 de octubre de 2008
¿Crees que es teatro esto que te cuento? 5. El pacto
(Salida del colegio de primaria. Madre e hijo, de 8 años, caminan hacia su casa. La madre pregunta a su hijo cómo van las cosas en clase, con sus compañeros, con la profesora. Bien, todo bien. Trabaja mucho, estudia mucho. Se comparten las cosas; hay algunos compañero que se pelean, pero él y la mayoría no, son buenos; han aprendido que no hay ensuciar el planeta; han aprendido que hay mucha hambre en países pobres porque los países ricos no ayudan; han aprendido que no hay comercio justo y que hay que hacer comercio justo; ah, y ¡que hay que respetar los pactos!)
MADRE.- Claro que sí, hijo, hay que respetar los pactos. Eso me gusta, que os enseñen formalidad.
HIJO DE 8 AÑOS.- Pues Pepito ha roto el pacto.
MADRE.- Muy mal hecho. Los pactos no se rompen.
HIJO DE 8 AÑOS.- Y la maestra se ha enfadado y le ha regañado por romper el pacto.
MADRE.-Muy bien hecho.
HIJO DE 8 AÑOS.- Y nos lo ha dicho a todos los de la clase, que Pepito ha roto el pacto y que los pactos no se rompen, por lo que el pacto hay que cumplirlo. Que hay que ser bueno, muy bueno, una persona íntegra. Como Dios manda. Y Pepito ha llorado. Es que Pepito ha sido malo, ha roto el pacto.
MADRE.- ¿Era un pacto muy importante?
HIJO DE 8 AÑOS.- Un pacto, no, ¡el pacto!. Importantísimo.
MADRE.- ¿Importantísimo? ¿Y con quién, con un compañero?
HIJO DE 8 AÑOS.- Oh, no, el pacto lo era con toda la clase y con la maestra.
MADRE.- Entonces sí que es importante. ¿Y qué pacto es?
HIJO DE 8 AÑOS.- El pacto es que, además de en clase, todos nosotros hemos de hablar catalán entre nosotros, en los pasillos, en el patio.
MADRE.- ¿Ése es el pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- Sí. La maestra nos dijo un día, a principios de curso, vamos a hacer un pacto. Yo no sabía qué era un pacto, pero dije que sí. Y los demás. Y la maestra dijo, pues bien, a cumplir el pacto. Y al que no cumpla el pacto me lo decís, fulanito no ha cumplido el acto. Y entre todos se lo decimos, que no hay que romper el pacto, que hay que ser bueno.
MADRE.- Y Pepito ¿sabía lo que era un pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- Es más tonto que yo, por lo que tampoco lo sabe, seguro.
MADRE.- Y ¿los demás?
HIJO DE 8 AÑOS.- Tampoco. Yo soy el más listo de la clase.
MADRE.- ¿Y tú has roto el pacto alguna vez?
HIJO DE 8 AÑOS.- Yo no, nunca.
MADRE.- ¿Y conmigo no estás rompiendo el pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- No, todavía no. El pacto este año sólo es para dentro del colegio. La maestra nos ha dicho que más adelante el pacto igual lo llevamos fuera del colegio.
MADRE.- Oye, criatura, que sólo tienes 8 años.
HIJO DE 8 AÑOS.- Mamá, yo ya soy mayor.
MADRE.- Mira que te doy un cachete. A mí no me hables así. Mañana mismo rompes el pacto, ¿me has entendido? Los pactos, en todo caso conmigo y con tu padre, ¿entendido?
HIJO DE 8 AÑOS.- Mamáaa. Los pactos no se rompen.
MADRE.- Mira, mira, queee...
FIN
MADRE.- Claro que sí, hijo, hay que respetar los pactos. Eso me gusta, que os enseñen formalidad.
HIJO DE 8 AÑOS.- Pues Pepito ha roto el pacto.
MADRE.- Muy mal hecho. Los pactos no se rompen.
HIJO DE 8 AÑOS.- Y la maestra se ha enfadado y le ha regañado por romper el pacto.
MADRE.-Muy bien hecho.
HIJO DE 8 AÑOS.- Y nos lo ha dicho a todos los de la clase, que Pepito ha roto el pacto y que los pactos no se rompen, por lo que el pacto hay que cumplirlo. Que hay que ser bueno, muy bueno, una persona íntegra. Como Dios manda. Y Pepito ha llorado. Es que Pepito ha sido malo, ha roto el pacto.
MADRE.- ¿Era un pacto muy importante?
HIJO DE 8 AÑOS.- Un pacto, no, ¡el pacto!. Importantísimo.
MADRE.- ¿Importantísimo? ¿Y con quién, con un compañero?
HIJO DE 8 AÑOS.- Oh, no, el pacto lo era con toda la clase y con la maestra.
MADRE.- Entonces sí que es importante. ¿Y qué pacto es?
HIJO DE 8 AÑOS.- El pacto es que, además de en clase, todos nosotros hemos de hablar catalán entre nosotros, en los pasillos, en el patio.
MADRE.- ¿Ése es el pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- Sí. La maestra nos dijo un día, a principios de curso, vamos a hacer un pacto. Yo no sabía qué era un pacto, pero dije que sí. Y los demás. Y la maestra dijo, pues bien, a cumplir el pacto. Y al que no cumpla el pacto me lo decís, fulanito no ha cumplido el acto. Y entre todos se lo decimos, que no hay que romper el pacto, que hay que ser bueno.
MADRE.- Y Pepito ¿sabía lo que era un pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- Es más tonto que yo, por lo que tampoco lo sabe, seguro.
MADRE.- Y ¿los demás?
HIJO DE 8 AÑOS.- Tampoco. Yo soy el más listo de la clase.
MADRE.- ¿Y tú has roto el pacto alguna vez?
HIJO DE 8 AÑOS.- Yo no, nunca.
MADRE.- ¿Y conmigo no estás rompiendo el pacto?
HIJO DE 8 AÑOS.- No, todavía no. El pacto este año sólo es para dentro del colegio. La maestra nos ha dicho que más adelante el pacto igual lo llevamos fuera del colegio.
MADRE.- Oye, criatura, que sólo tienes 8 años.
HIJO DE 8 AÑOS.- Mamá, yo ya soy mayor.
MADRE.- Mira que te doy un cachete. A mí no me hables así. Mañana mismo rompes el pacto, ¿me has entendido? Los pactos, en todo caso conmigo y con tu padre, ¿entendido?
HIJO DE 8 AÑOS.- Mamáaa. Los pactos no se rompen.
MADRE.- Mira, mira, queee...
FIN