miércoles, 6 de mayo de 2009

El pedagogo "antibeatle". 2

Esta semana el pedagogo “antibeatle” nos ilumina con una idea absolutamente innovadora: ensalza la virtudes del aprendizaje a través del juego. Ha descubierto la pólvora. La cuestión es si todavía quedan docentes que no se hayan enterado de algo tan evidente, sobre todo en relación a los niños.

Sin embargo, el maniqueísmo de trasfondo con el que el pedagogo nos abre al mundo de la didáctica, evita las verdaderas dificultades de la práctica docente. Aun siendo cierto que la amenidad en las formas y métodos es importante en cualquier estadio de la enseñanza, hay un momento, a partir de cierta edad, en que la diversión o el juego no pueden sustituir al aprendizaje, para el que son más que un medio, no un fin. Y también es cierto, que sin afán de superación o inquietud por el conocimiento, el docente no puede perseverar en el juego para vencer la resistencia de quien prefiere quedarse en la ignorancia, o carece de motivación. Cada cual tiene su ritmo en el desarrollo cognitivo, pero por citar a alguien relevante, Piaget considera que a los 12 años aparece la capacidad del pensamiento abstracto o formal. ¿Cuándo trazar la frontera a partir de la cual el juego no basta? ¿Cómo explotar esas facultades de forma que haya un aprendizaje y desarrollo lo mejor posible? He aquí el meollo del asunto, el verdadero arte de la enseñanza, para el que los lugares comunes de la pedagogía sirven sólo sobre el papel, donde los lugares comunes parecen resolverlo todo… A menos, claro está, que nos conformemos con corroborar a Unamuno: “quien enseña jugando, acaba jugando a enseñar”.

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